Ya había mencionado en el post "Me Verás Volver" la emoción que existía en torno al regreso de Juan Martín al polvo de ladrillo. Sin embargo, su desempeño en este eclipsó las expectativas.
Dejemos de lado la avasallante victoria frente a Fernando Verdasco. Dejemos de lado esta final del Estoril Open. Dejemos los números de lado por un momento también. Hagamos foco pura y exclusivamente en el tenis: la coronación de Del Potro en Portugal no fue casualidad. ¿Ustedes quieren un ejemplo de "causalidad"? ¡Aquí lo tienen! Causa: tennis demoledor. Efecto: indudable e incuestionable victoria.
Fueron dos los años de ausencia oficial del argentino en la competición sobre polvo de ladrillo. Requirió de un solo torneo para volver y ganar. Solo uno. ¿Se comprende la inmensidad de esto? Es descomunal. Sin embargo, no es increíble.
No podría haberlo definido mejor. Hay tres cosas que quedan más que claras con lo sucedido esta última semana:
En primer lugar, que el ranking actual de Juan Martín es prácticamente irrelevante. Es de público conocimiento lo engañosa que es su posición actual en Ranking ATP. Es evidente que un TOP3 no tiene la misma sensación si le informan "La próxima ronda jugás contra un treintitanto del mundo", que si le dicen "La próxima ronda jugás contra Del Potro".
Por otra parte, hay un aspecto en el cual el número si importa: la preclasificación a Roland Garros. Esto no es un mero dato superficial. De hecho, debe haber sido uno de los objetivos principales de la gira de Del Potro, junto con adquirir partidos en la superficie.
Finalmente, la vigencia. La Torre de Tandil es un rascacielos con kilómetros de cimientos bajo tierra. Esto le da una fortaleza única, contra la cual ningún huracán (léase lesión) puede lidiar. Hoy fuimos espectadores de eso.